Lady Dramas, su historia

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Te presentamos la columna creada por una de nuestras colaboradoras, quién relatará cómo ha enfrentado un proceso de separación, con un enfoque muy irónico y a la vez triste, cómo no. Bueno, ¿a quién no le ha pasado? pero ¿cuántos nos atreveríamos a escribirlo?
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Capítulo X

DEFENDER LA ALEGRÍA

“El viento se levanta, debemos tratar de vivir”
Le vent se lève! Il faut tenter de vivre!
Paul Valéry

Desde que mi página de Facebook me ofreciera la posibilidad de compartir con mis amigos los eventos sucedidos en mi biografía durante el año 2014, no dejo de pensar que si hiciera caso a las fotografías que allí aparecen, podría creer que este año ha sido aburrido, monótono, que no me pasa nada emocionante y que no me divierto en absoluto…. ¡Pero qué distinto de la realidad! Lo que me lleva a otra reflexión: no se me da bien el auto-marketing y no me sé “vender” bien. No me importa. Para mi quedan todos los momentos vividos en estos 365 intensos días, alguno de los cuales he volcado en este pequeño rincón catártico. Por eso quiero compartir aquí todo lo maravilloso que también me ha regalado este año.

He aprendido lecciones de vida que trataré de que permanezcan conmigo para siempre. Me he dado cuenta que es mejor adoptar una actitud de aceptación ante las cosas que te suceden. Que hay que defender la alegría “de las ausencias permanentes o transitorias”. Que es mejor ser feliz con lo que tienes, con las cosas pequeñas, no en la persecución de quimeras inexistente. Antes creía mucho en una frase de Eduardo Galeano que leí y me marcó: "La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar". Y creo que está muy bien como ideal social por conseguir un mundo mejor porque mientras se persigue esa utopía se va construyendo futuro. Pero no para guiar tu vida. Porque caminar siempre persiguiendo un espejismo te hace perder el momento presente que es el único real. Puedes soñar con un futuro mejor, planear todas las cosas que te gustaría hacer si se da tal o cual circunstancia pero en el camino te estás perdiendo el momento de vivir el ahora. ¿Y si no se dan esas situaciones nunca? ¿Cuál ha sido el sentido de tu vida?


Que hay que defender la alegría “de las ausencias permanentes o transitorias”

He viajado mucho y he recordado lo emocionante que es la sensación de encontrarme sola en un lugar desconocido, donde nadie sabe quién soy ni donde estoy. He descubierto paisajes australes y ha sido espectacular ver lo poderosa que es la naturaleza, conectar con ella, sentirme tan pequeñita. Lo distinto y energético que resulta estar en un entorno asilado, remoto, superior a ti en antigüedad y sabiduría. Dormir bajo un millón de estrellas y volver a pedirles deseos. Los colores del atardecer impregnando pigmentos terrosos milenarios. Lunas crecientes transformadas en menguantes. Por momentos he vuelto a creer en la magia.

Pero sobre todo, y con lo que de verdad me quedo, es con la gente que me ha dado cariño, escucha, apoyo y comprensión en este tiempo. La gente nueva que ha aparecido. Mi familia siempre presente. La que conocía y he redescubierto. La que ha estado a mi lado, cerca o haciendo desaparecer la distancia, (por un periodo corto o durante horas y horas). La que ha reaparecido por la magia del destino y me ha hecho pensar y vibrar. La que me ha dado cobijo para el corazón y casa para pasar el invierno. La que me ha impulsado a escribir y a creer en lo creativo que todos llevamos dentro, yo también, ¡sí! Al pensar en ello me doy cuenta de lo afortunada que soy y solo puedo sentirme agradecida porque la vida me haya traído hasta aquí.

Ya que, conociéndome, supongo que llegará un momento en que me proyectaré a diez o veinte años y me vea comiendo sola en un restaurante (algo que me resulta insoportablemente triste), o ya anciana intentando subir a un metro atestado de gente insensible a la debilidad de la vejez. Tal vez imagine una escena en la que me vea limpiando los zapatos que he de ponerme al día siguiente para ir a un trabajo que no me llena pero que me paga las facturas, sentada a los pies de una cama demasiado grande para una sola persona. Ese día llegará y me deprimiré profundamente cuando me de cuenta de que todo lo que me ha pasado ha dejado secuelas que ahora mismo no soy capaz de ver pero que me han dejado incapaz de confiar o, peor, de volver a amar. O que me haya construido una coraza que me haya convertido en una mujer más fuerte pero menos humana. Podría pasar. Hasta entonces decido seguir pensando que lo mejor está por venir, decido defender la alegría y buscar cada día un motivo por el que estar alegre y prefiero seguir dando “gracias a la vida por darme la dicha y el llanto”. ¡Alegre año y alegre vida para todas!
Lady Dramas


Capítulo IX
 
RESTOS DE STOCK, OUTLET FINAL 
(parte II)

Paola Maulén
Resumiendo el episodio anterior y por si alguien hubiese perdido el hilo (difícil porque la trama de mi vida es bastante simple), la situación quedó como sigue: me encuentro sin pareja, sin casa, y en proceso de búsqueda de ambas allí donde se busca todo hoy en día: en internet. Aunque una cosa es buscar y otra muy distinta, encontrar. Y en este tarea de visitar portales de inmuebles y de hombres, me di cuenta de que el mercado del flirteo y el inmobiliario se parecen mucho, tanto, que por momentos los llegaba a confundir.


 Como he sido criada en la predominancia de la cultura visual empiezo mirando las fotos que acompañan a los anuncios. Ambos “productos” tienen que entrar por los ojos, es un hecho, por lo que pisos sin imágenes u hombres con fotos de caricaturas, más o menos divertidas, quedan descartados en la primera criba. ¿Qué clase de persona quiere alquilar un piso y no se digna a mostrártelo? Y sobre todo ¿Por qué alguien que quiere ligar, no enseña su cara? El tema de la timidez en estos foros no debería de ser excusa. Hay incluso anuncios en los que las imágenes enseñan lugares lúgubres, vulgares, mal alumbrados y aún peor decorados. Su equivalente en el mercado del amor son esos hombres empeñados en fotografiarse delante del espejo luciendo calzoncillo y torso como si fueran David Beckham (y nunca lo son, creedme), con una serpiente al cuello como animal de compañía o pedaleando en bicicleta estática con cara de velocidad. Imagino que este mercado tiene su público… pero, desde luego, no soy yo. En estos casos ni te molestas en seguir leyendo las características descriptivas por muy interesantes que parezcan. Porque en esa categorización y etiquetado que te piden al registrarte, creo que todos “inflamos” nuestro currículo para hacernos los interesantes e intentar cautivar al otro, de otra manera no se entiende que haya tantos hombres a los que les guste “Cinema Paradiso” o que su libro de cabecera sea “Cien años de soledad” Lo siento, no me lo creo. Como también resulta muy difícil de asimilar que un 90% de los hombres de tu ciudad midan un metro y setenta y cinco centímetros. ¿Qué sistema métrico utilizan que luego cuando quedas con ellos son más bajos que tú?, ¿puede ser que de repente hayas decrecido cual mujer menguante? Estas argucias equivalen en el mercado inmobiliario a aquellos anuncios que te indican que la casa está “para actualizar”, o cuando, en las características técnicas, se especifica que el apartamento tiene 50 metros útiles y es muy amplio. Luego lo visitas y no cabe una persona de perfil en la cocina. Una vez, visitando un piso que para entrar en la habitación tenía que ponerme de rodillas, llegaron a decirme que la culpa era mía por ser demasiado alta… En fin, no les culpo; los eufemismos están para usarlos pero a mí no me pillan más en esa trampa.

Paola Maulén
También he encontrado muchas fotos de anuncios en los que no salen imágenes de las estancias sino de la hermosa calle en la que se encuentra el piso, de la fachada del siglo XIX del inmueble o de ese perfil artístico del muchacho que solo deja entrever un poco de nariz o una espalda sugerente. En estos casos he observado que en la descripción que los suele acompañar se definen a sí mismos como: “muy majos y simpáticos, no solo porque lo dice su madre y su abuela, sino porque lo son de verdad” y, además, su comida favorita son las croquetas de su madre. Al margen de lo que pueda pensar sobre alguien que tiene tan presente la figura materna en su vida sentimental (no me meteré yo a analizar complejos de Electra), en estos casos, mi recelo es todavía mayor. Porque, si lo que estás ofertando realmente fuera digno de mostrar, ¿no tomarías una foto, de frente, con una buena luz de día del salón de la casa o con la mejor de tus sonrisas? Algo huele mal en estos casos. Tampoco superan mi exigente proceso de selección. Como se habrá comprobado estoy aplicando la máxima del mayo francés: “seamos realistas, soñemos lo imposible”. Así me va. 


Cuando por fin se alinean los planetas y se cumplen todos los requisitos básicos de selección me decido a contactar con alguno de los “productos” seleccionados en mi lista de favoritos. Este es el momento de tocar con los dedos la cruda realidad y comprobar que ese piso tan soleado, barato y amplio; y ese hombre atractivo, interesante y artista (si, son mi debilidad), están ya alquilados o interesados en otra más rápida que tú. Entonces vienen excusas del tipo, “justo ayer conocí a una chica y no quiero estar a dos bandas” o “eres muy atractiva pero no eres lo que estoy buscando”, cuando no te responde el más absoluto silencio. El plan que creías infalible resulta ser un proceso arduo, cansado, mercantilista y muy poco romántico. Nadie dijo que encontrar la casa donde pasar el frío invierno fuera fácil. Ni nadie te advierte que llegaría un momento en que tendrías que competir unas olimpiadas para llegar a conocer un tipo interesante. 


Por eso me di cuenta que actualmente buscar pareja en internet, en realidad, es como rebuscar en un mercadillo de segunda mano: tal vez encuentres alguna ganga, algo muy bonito, especial y que, aunque usado, todavía le puedes sacar mucho partido. Pero siempre será un outlet de sentimientos, al que la mayoría llegamos con muchas taras, inseguridades e inmersos en un mercado de compra venta, donde quedamos los restos del stock.

Lady Dramas


Capítulo VIII


Restos de stock, outlet final (parte I)


Ilustración: Paola Maulén. 2014.



"Lo que ocurre es que los hombres han desaparecido de la vida cultural de la ciudad. Yo pensé que habíamos vuelto a los años cuarenta del siglo pasado en que los varones se iban al fútbol y las mujeres nos dedicábamos a cultivarnos intelectualmente. No era ese el motivo. Muy pronto supe la verdad..." 


Hace ya tres meses que firmé en notaría la venta del piso y, más o menos por esas fechas, terminé de enterarme de toda la historia por la que mi ex cogió un día las maletas y se largó. Seis meses tardé en saber la verdad (o al menos lo retazos de verdad que yo he ido fabricando, supongo que él tendrá la suya). Sinceramente, la historia de que había perdido la ilusión y que estaba mejor solo, nunca me cuadró con su forma de ser. Y lo que descubrí no es nada muy original “same-old-story”: ¡estaba liado otra! Un niña de su trabajo diez años más joven que yo… ¡Ay, mi pobre autoestima (ya mermada de por sí) de nuevo por los suelos y aplastada!; el último pedazo de corazón que quedaba entero terminó de hacerse añicos. Todo la historia muy a lo “Mad Men”. Las historias que me contaba: que si tenía una presentación, que si una entrega, llegar a las dos de la mañana del trabajo, ¡y yo tragándome sus mentiras!, como la estúpida ingenua que soy… Sin embargo conocer la verdad me sirvió para abrir los ojos y transformar la pena en rabia que como sentimiento es menos enriquecedor pero me ha ayudado a seguir hacia delante y, paradójicamente, a estar más tranquila.


Llevo varios meses meditando en una mente clara, libre de pensamientos negros, disfrutando de los pequeños placeres del día a día y de los momentos que me regala el ser consciente del aquí y el ahora. Caminando por la ciudad como en un anuncio de productos de higiene femenina: preguntándome a qué huelen las nubes, y hasta agradeciendo a la vida poder encontrarme sola, con mi propia compañía y con todo un mundo de posibilidades ante mí.


El mes de septiembre me pilló en este estado de equilibrio emocional y mental con nuevas y renovadas ilusiones, por lo que aproveché esta energía para que renacieran propósitos aplazados y aficiones aparcadas: cursos, talleres, teatro, cine. Todo vale para mantenerme ocupada y, de paso, ver si conozco a alguien interesante. No es que me encuentre “in the mood for love”, pero si muy “in the mood for adventures”. Lo que ocurre es que los hombres han desaparecido de la vida cultural de la ciudad. Yo pensé que habíamos vuelto a los años cuarenta del siglo pasado en que los varones se iban al fútbol y las mujeres nos dedicábamos a cultivarnos intelectualmente. No era ese el motivo. Muy pronto supe la verdad.


Ahora que me aproximo a una edad que más parece el periodo de aislamiento de una enfermedad vírica contagiosa que una etapa de la vida, decidí no perder más tiempo y, por consejo de una amiga, me apunté a una web de contactos. Aunque siempre he sido muy pudorosa a la hora de mostrarme (por eso escribo bajo pseudónimo), me decidí a crear un perfil en una de estas redes sociales. Puse mis mejores fotos, alardeé de mis gustos musicales e intelectuales, que no son pocos, mis medidas físicas (sin mentir más que en un par de kilos, lo cual entra de lo permitido), el color de los ojos, la altura… Todo un currículo físico que, creo, he superado muy solventemente. El resultado es muy favorable, de verdad. Yo misma me lanzaría hechizos para conquistarme, ¡soy un partidazo! Esto tiene que ser muy fácil, pensé, porque todos los hombres que no sabía dónde estaban físicamente habían migrado al mundo digital. Hasta me encontré con algún conocido que se hizo el despistado cuando me “vio” en ese macro mercado del escarceo y la seducción virtual. Todos los que aplastan sus narices en la pantalla del móvil cuando van en el metro, en realidad, están ligando por internet. Si esto va de añadir a la cesta de la compra, cual si estuvieras en el súper, a los chicos guapos e intelectuales que vea y aceptar sus llamados “hechizos”escribiéndoles algo medianamente ingenioso, ¡no puede salir mal!, pensé. Es como entrar en un bar con un cartel colgado al cuello describiendo lo interesante que eres, mostrando siempre tu mejor cara, y ahorrándote, además, la resaca del día siguiente; más barato y sano. Infalible. 
Lady Dramas

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Capítulo VII
Casualidades, causalidades y virutas


Ilustración: Julio Lagos
Durante estos meses he comprobado cómo la casualidad juega con mi vida como si fuera una pieza de ajedrez. He constatado que el universo se empeña en hablarme y cómo yo no quiero escucharlo, soy plenamente consciente de mi estrategia de evitación. Tiene una explicación. Me encuentro en una fase en la que lo único que me apetece es permanecer muy quieta, escondida en lugares seguros, dejar que la vida pase por encima de mí y salir medianamente indemne de ella. Salir a empatar el partido y no terminar lesionada, hablando en términos deportivos (para eso me he tragado en mis noches de insomnio, horas y horas de carrusel deportivo). Como cuando te bañas en un mar revuelto, resacoso, y una ola te sacude, te voltea y te lleva al fondo. En esos momentos de confusión solo piensas en permanecer sumergida bajo el agua, esperar que pase el remolino que te zarandea e intentar salir a la superficie con un soplo de aire todavía en los pulmones. En esas estoy viviendo el día a día, extrañamente cómoda en mi tristeza y en una serena soledad. Y como digo, el universo se empeña en no dejarme cumplir mi plan de pasar inadvertida y me coloca delante de mí personas de mi pasado que creía olvidadas y que, intuyo, intentan decirme algo.

En medio de la gran ciudad donde vivo, en uno de sus puntos más concurridos, me encontré con un antiguo amante. No se llamarle de otra manera. Fue una persona con la que mantuve una relación bastante pasional e intensa y de quién puedo decir, estuve muy enamorada. Él llevaba viviendo muchos años en un pueblo remoto de la sierra en el sur del país, muy aislado y muy en contacto con la naturaleza, las hierbas medicinales, el tai-chí, las terapias alternativas y el mundo budista-zen-gling-gling-gling-gling. Me lo encontré en el metro. Yo estaba detrás de él bajando las escaleras mecánicas, mirando su nuca y su cuello, la marca de su abrigo, el remolino de su pelo, recordando cómo me cautivaron sus grandes ojos verdes (hace dos vidas de aquello), ladeando la cabeza y perfilando su silueta porque no terminaba de creer que pudiera ser él. Después de los hola qué tal, mis: ¡qué casualidad!, sus: no creo en la casualidades, mis: ¿no te parece increíble?, y sus: no es para tanto (recordad que es muy conocedor de los misterios del Universo), nos despedimos. Tras este primer encuentro y unas cuantas semanas de mensajes e intentos de quedar para tomar un café, terminó quedándose una semana en mi casa; cuando aún tenía algo parecido a un hogar, ahora soy una nómada de maleta naranja que vagabundea de casa en casa ajena por la ciudad.

"Me lo encontré en el metro. Yo estaba detrás de él bajando las escaleras mecánicas, mirando su nuca y su cuello, la marca de su abrigo, el remolino de su pelo, recordando cómo me cautivaron sus grandes ojos verdes (hace dos vidas de aquello), ladeando la cabeza y perfilando su silueta porque no terminaba de creer que pudiera ser él".
Y ahí estaba yo con ese fantasma del pasado que se convertía en alguien muy real (todo lo real que pueda ser un maestro del Reiki y la terapia cráneo-sacral); practicando yoga a las siete de la mañana, meditación zen a medianoche, masaje tailandés con los pies y hablándome de los ciclos totémicos de los 7 años. Demasiado. Al cabo de una semana tal y como llegó se marchó, y no he vuelto a saber de él. Y yo me quedé pensando en lo mucho que ambos habíamos cambiado, en cuánto deseé a esa persona y en lo marciana que me resultaba ahora. Seguro que para él también resulté una pequeña frustración pues nada queda de la mujer ilusionada y soñadora que conoció hace tanto. A veces los recuerdos están mejor en la memoria, a resguardo de la realidad que los convierte en defectuosos. ¿Por qué reapareció en este momento de mi vida? ¿Qué me quiso decir el Universo con ese tropezón nada casual? Aún sigo buscando la causa.


Otro encuentro inesperado fue con mi primer novio, a quien hacía más de diez años que no veía. Esa sí que fue una aparición: en medio de la oscuridad de un bar, en una noche de borrachera y fiesta. He de decir que no me porté demasiado bien con él. Desparecí de su existencia de un portazo y no quise saber nada de él ni de la vida que dejaba atrás. No supe hacerlo mejor, le contesté cuando me preguntó el porqué de tan obstinada desaparición. Después de varias copas me enseñó las fotos de sus hijos y terminamos mostrándonos las cicatrices de la vida y de nuestras mutuas operaciones con lo que nos dimos cuenta de lo mayores que somos. Descubrimos los trabajos aburridos que tenemos y nos contamos las derrotas que, a nuestra edad, se hacen eternas. Compartimos algún recuerdo agridulce de los años que pasamos juntos y me confesó lo importante que yo había sido en su vida. Después de todo ello, nos intercambiamos los correos y la promesa de no volver a evaporarme. Ahora que creo en el Karma no pienso tentarlo con actos que luego vayan a volverse en mi contra… ¡que el Karma tiene un poco de rencoroso y vengativo! Así que desde principios de verano venimos intercambiando mensajes en los que me habla de su Plan B vital, me recuerda lo importante que es mantener vivas las ilusiones y luchar por los sueños, me envía canciones que significan algo para él y me encomia a mantener siempre viva “mi preciosa sonrisa”. Y aquí pensé que aunque los recuerdos estén mejor guardados en la memoria, éstos son muchas veces falsos, imperfectos e incluso injustos. Que aunque “el olvido se lleve la mitad”, a veces se lleva la mitad mala y otras, la mitad buena. Y que siempre es mejor enfrentarse a los fantasmas y dejar que éstos te hablen, porque lo mismo te ilustran sobre el Hatha Yoga como te recuerdan que no existen las casualidades, ni siquiera las causalidades. Que existe el aquí y el ahora, y los amores “virutales”, aquellos cuyos restos forman lo que somos, lo que hemos vivido y lo que, aunque queramos pasar de puntillas por ella, nos queda por vivir. Lady Dramas

Las ilustraciones son del gran artista chileno Julio Lagos
¡Un millón de gracias!

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Capítulo VI

CON P DE POEMA Y PUÑAL

"Cuando el Universo se confabula para sacarte de tu zona de confort (la última que me quedaba), ¡a patadas si hace falta!...Toda esa ilusión encerrada en unos pocos metros y unas cuantas paredes está a unas horas de desaparecer. Bueno, la ilusión ya se había mudado hacía tiempo, ahora me tocaba a mí".
 
Foto: Angeles Collados Smith
Durante el tiempo que estuve ausente en estos rincones intramuros tuve tiempo de: quedar con mi ex, decidir vender la casa que compramos juntos y que es lo único que nos daba conversación, hundirme hasta lo más bajo dándome de bruces con la realidad más palpable, enseñar la casa a muy variopintos posibles compradores (a uno de los cuales solo le interesaba saber la presión a la que caía el agua y si cabrían los más de 2000 libros que tenía que traer desde Londres). Tuve tiempo de repartir los bienes comunes como si jugáramos a los cromos. “Te cambio la olla a presión por la estantería. Vale, pero entonces yo me quedo la plancha. Bien, pero solo si me llevo la planta grande, sí esa que no he regado en dos años. Bueno, vale”. Y finalmente, venderla. Todo en el tiempo record de un mes. Cuando el Universo se confabula para sacarte de tu zona de confort (la última que me quedaba), ¡a patadas si hace falta!, y te obliga a dejar de procrastinar, no escatima en medios. En mitad de la mayor crisis inmobiliaria de la historia, mi casa se vende en 3 semanas. Si esto no son señales, que venga Paulo Coelho y lo vea. Y aquí me encuentro viviendo los últimos días en la que fue “nuestra casa” Aquella que buscamos entre más de 100 pisos visitados, por la que esperamos meses para tener un mejor precio, cuyos tabiques tiramos abajo para dejar entrar la luz, la que nos acogía con su silencio y su calma, la que decoramos ilusionados pensando que albergaría un bello futuro. Esa casa. Toda esa ilusión encerrada en unos pocos metros y unas cuantas paredes está a unas horas de desaparecer. Bueno, la ilusión ya se había mudado hacía tiempo, ahora me tocaba a mí. 

Collage + ilustración: Paola Maulen
Empecé a empaquetar en la noche de San Juan. Me pareció un día muy poético para hacerlo. Según la tradición pagana es la noche en la que la Tierra, enamorada del Sol y reticente a abandonarlo, consigue separase de él… ¿es, o no es simbólico? La noche en la que se queman en la hoguera malos espíritus y se atraen a los buenos. Una noche mágica en donde se conjuran encantamientos. Era el día. La primera caja fue la que más me costó, dolió como una puñalada en el corazón. Ahí me encontraba delante de un montón de cartones plegados siendo tal mi ofuscación que no conseguía montarlos correctamente. No sabía por dónde empezar. Ocho años: ¿Por dónde comenzar a desmontarlos? Decidí tomarme una copa de vino: si iba a someterme a una catarsis de semejante calibre, al menos hacerlo medianamente ebria. De este modo fue más fácil enfrentarme a tantos recuerdos: la entrada de la primera película que vimos (francesa, bien sûr!), la entrada de la última, las notas bonitas que me dejaba cuando aún me quería, las fotos juntos, los regalos… Otra copa de vino y enseguida empecé a relativizarlo todo y, lo que es mejor y más práctico, ¡a tirarlo! Era la noche de San Juan y había que dejar atrás lastres y equipajes pesados e innecesarios. Me dio una furia desprendida que casi no consigo parar. En los días que siguieron regalé ropa y libros, rompí cientos de papeles, reciclé música que ya no iba a ser la banda sonora que me acompañara e hice añicos recuerdos que no quiero se conviertan en una carga. 

Tan desprendida me sentía que hasta le di unas vacaciones a psicólogo*. No es que crea que ya no lo necesite; estoy segura de que volverán las incertidumbres y los momentos oscuros, solo que he decido empezar a caminar sola, ya me siento con fuerzas para hacerlo. Hasta he abandonado las benzodiacepinas…aunque las haya cambiado por el vino, pero eso no cuenta porque ¡seguro que el zumo de uva es más sano! No voy a decir que estoy ilusionada, (sería exagerar) porque lo que siento principalmente es vértigo ante el nuevo comienzo que afronto, pero salir de esa casa en la que tantos momentos desagradables y dolorosos he vivido, hace sentirme libre. Y aquí me encuentro en la última noche en mi futura ex casa, delante del ordenador, ingenua e ilusamente convencida de que algo bueno me está esperando ahí fuera. ¿Será que la meditación ha hecho desaparecer a Lady Dramas y la ha convertido en una Lady Optimista cualquiera?... No lo creo. 

Lady Dramas

*(todavía estamos intrigadas por saber quién y cómo es ese tal "psicólogo". Atte. la editora)

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 Capítulo VII
REIRSE DE TODO Y LLORAR POR NADA


"¿Cuál es el momento en el que tus amigos pasan de empatizar con tu situación, a no contestar a tus llamadas para no volver a oír el mismo lamento de siempre?"


Collage: Pola Maulen
Hoy me he reído. Esta podría no ser una gran frase para empezar, sobre todo después de un largo periodo de ausencia. Hay que tener en cuenta que, después de cinco meses, es la primera vez que recuerdo reírme con ganas. Tenía la cara un poco paralizada. De hecho creí haber encontrado la alternativa al botox. ¡Lástima!. No ha sido solo una mueca o un cambio de rictus. No. Ha sido con ganas, carcajadas de las de saltarse las lágrimas. En estos meses ha abundado entre mis expresiones una cara seria, distante y ausente, que añadida a las ojeras y a la palidez del rostro me daba un aire de persona con pocas luces y un punto enfermiza. A la pregunta de: ¿cómo estás?, mi respuesta automática acostumbra a ser un: “bieeeeeeeeeeen”, así con voz meliflua y muchas “és”,acompañado de la sonrisa-mueca. No es que me guste mentir pero una no va estar contando cómo realmente está a todo el mundo. Principalmente porque hay muy poca gente que quiera saberlo de verdad, y porque ya ha llegado ese momento en el que los que te rodean empiezan a cansarse de tu rollo, de que les cuentes una y otra vez que sigues hecha mierda por lo mismo. ¿Cuál es el momento en el que tus amigos pasan de empatizar con tu situación, a no contestar a tus llamadas para no volver a oír el mismo lamento de siempre? ¿Del tercer al cuatro mes? ¿A mediados del quinto? ¿Cuándo sobrepasas esa línea en la que ya das pena y nadie puede entenderte porque simplemente ¿aburres?

Y no sé si ha sido porque me sentía culpable por pasármelo bien pero esas lágrimas felices se han convertido en llanto al llegar a casa. He visto entrar la luz de la luna llena hasta el salón y no he podido aguantarlo; ahí estaba con la nariz pegada a la ventana mirando esa luna tan llena y poderosa tiñendo de azul la habitación. Será porque soy libra y necesito equilibrio entre risa y llanto; o porque era viernes por la noche y estaba en casa a las diez, sin plan, ni ganas de tenerlo; o simplemente porque me estoy volviendo loca, pero la alegría que traía de fuera desapareció en cuestión de segundos. Estos cambios de humor, esta montaña rusa de sentimientos que tengo son tema de conversación con psicólogo porque pienso que él sabrá de dónde vienen. En las películas de Woody Allen los personajes se sientan y sus consejeros (ahora se llamarían “coach”) les explican el porqué de sus reacciones: casi siempre por algún problema infantil no resuelto. Yo tengo muchos de ellos: era gordita, llevaba gafas y durante un tiempo, un parche en el ojo... ¡seguro que algún trauma arrastro de aquella época! No sé, no me lo explica. Al menos tengo algo en común con Diane Keaton, compartimos neurosis. 
"...ahí estaba con la nariz pegada a la ventana mirando esa luna tan llena y poderosa tiñendo de azul la habitación".

Pola Maulen
Hubo un tiempo en que quería tener una vida tan interesante como la de Annie Hall, o que me quedara tan bien como a ella la ropa de hombre... A lo que voy, cuando le cuento a psicólogo,la cantidad de voces que tengo en mi cabeza diciendo lo que tengo o no tengo que pensar, cuando le confieso mi terror a terminar en un banco al sol con la mirada llena de Litio, él me mira y sonríe condescendiente. Me mira como sabiendo algo de mí que yo misma desconozco y que en cualquier momento va a utilizar para manipular mi pensamiento. Me dice que no, que todo es normal. Que todo lo que sienta, piense o me pase es normal, que voy a estar bien y que él no va a dejar volverme loca.

Lo que no me explica es por qué mirar la luna me pone triste. Mi teoría es que mirándola recuerdo todas esas veces que la miramos juntos. O tal vez sea porque pienso que él la pueda estar mirando en otra parte... No, esta opción está descartada. A estas horas estará viendo el fútbol o en un bar de cañas. Probablemente sea porque recuerdo todo lo que mirándola una vez me atreví a soñar; todo eso que ahora con certeza sé, no va a suceder. Un futuro que ha desaparecido, todo lo no vivido y los sueños perdidos en el camino que llenan la mochila con una pesada carga de fracasos. Lady Dramas.
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 Capítulo V

 Aparatos de tortura con fines disuasorios.

"Pero nada más, porque en realidad todo el esfuerzo, la fatiga y los pasos dados me han dejado en el mismo sitio. La cinta se para (o lo hago yo, no sé) y sigo en el punto donde empecé; en la misma sala blanquecina, anónima y solitaria. Esa soledad…"

A veces tengo la impresión de que estoy viviendo encima de una cinta de entrenamiento de las que hay en los gimnasios. Uno de esos tapices rotatorios, una alfombra sin fin. En esos aparatos gimnásticos puedes controlar la velocidad, el tiempo de carrera, la inclinación de la pendiente y te parece que la vida es así de fácil de manejar. Llegas a convencerte de que eres tú quien la controla y, soberbia, caminas en ella aflojando y apretando el ritmo a tu antojo: ¡cómo si la vida no tuviera sus propios caprichos! Me imagino que estoy subida en uno de esos aparatos, creyendo que ando y que voy a alguna parte. Caminando muy determinada con la mirada al frente, la respiración controlada, el paso decidido y sin salirme de la ruta. Cuando estoy muy concentrada hasta parece que mis pasos tienen una dirección y un sentido, y cualquiera que me viese desde fuera pensaría que sé hacia dónde voy.

Por momentos subo la velocidad, necesito acelerar, tanto como para no sentir mi cabeza, no escuchar el corazón latir y ahogar el aliento a medio camino entre la boca y los pulmones. Entonces, cuando corro muy rápido, las lágrimas se escapan sin llegar a mojar las mejillas saltando desde los párpados al aire sin tiempo de notar cómo van escarbando surcos entre los poros de la piel. Y el dolor se va amortiguando con cada golpe de talón contra la superficie. Voy rápido, acelero, ocupo al máximo el tiempo, quedo con mucha gente y me engaño practicando actividades de relleno, convenciéndome de que de verdad importan. De vez en cuando alguien me dice que hay muchos momentos buenos esperándome, que aún queda mucho por sentir. Hasta insinúan que es una etapa emocionante la que se me plantea, llena de oportunidades y de nuevos principios; momento de apostar por el ser y no por el tener. Mucha psicología de autoayuda bienintencionada. Pero mientras estoy atrapada en ese linóleo en constante movimiento todas esas palabras de ánimo se me presentan como el paisaje que tengo delante de mí; árboles, gente, vida. Están ahí, puedo verlos y a lo mejor es cierto que existen, que la flor del árbol que está al otro lado del cristal es bella y huele a primavera. Pero nunca llego a prenderla porque esa carrera en la que estoy inmersa, ese momento de locura que me atrapa cuando aumento la intensidad, no me lleva a ningún sitio. No me muevo de donde estoy y no alcanzo a asirla. Desde donde me encuentro solo puedo observarla, intuir su realidad.

Cuando termino la carrera y al final del día recapitulo, solo noto el cansancio. Puede que hasta cuente los kilómetros recorridos, las calorías consumidas en no pensar, las horas que he ido quitando a ese tiempo que no pasa. Pero nada más, porque en realidad todo el esfuerzo, la fatiga y los pasos dados me han dejado en el mismo sitio. La cinta se para (o lo hago yo, no sé) y sigo en el punto donde empecé; en la misma sala blanquecina, anónima y solitaria. Esa soledad… El sudor no termina de diluir la tristeza y la ilusión no aparece porque se ha quedado escondida en alguno de los giros del tapiz, aplastada con cada vuelta que ha dado. Ahí permanece, atrapada, hasta que algún día consiga bajar de esa máquina infinita, darle a la parada de emergencia y saltar de ella sin caerme de golpe, y pueda caminar sola, sin inercia ni miedo.
Lady Dramas

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 Capítulo IV

CAJAS TRISTES DESTAPADAS. 

"¡Ocho años viviendo juntos y lo único que reconozco es la melodía de su teléfono!¿Cómo puede ser que la persona con quien he compartido vida, cama, proyectos, piel, se convierta en un extraño?"
 


Cuando una se imagina cómo será el recuentro con su ex, siempre se ve digna; fría pero educada, banal pero equilibrada, irónica pero sin perder los papeles, con un poso de melancolía en la mirada que para entonces ya iba a ser madura y serena; sabia, en definitiva. Personalmente visualizaba que ese momento llegaría en un concierto de algún grupo moderno a los que solía ir con él, conversando con un hombre guapo mi lado (eso era imprescindible). En un momento de la entretenida conversación que mantendría con él me volvería de manera casual, muy al estilo de anuncio de champú, y, sonriendo a medias por alguna ocurrencia inteligente de mi acompañante, me encontraría cara a cara con su persona. Ahí entablaríamos una conversación muy distante pero correcta, adulta a fin de cuentas, en la que hasta podría decirle: “te veo bien”. Incluso: “me has hecho mucho daño pero he aprendido de ese dolor y ahora soy una persona mejor”, ¡lo normal, vaya! En ninguna de mis imágenes mentales concebía que pasara a su lado a un metro de distancia y no le reconociese. Efectivamente, ese temido momento llegó. Y de nuevo me di de bruces con la realidad, que en nada se asemejó a lo que mi mente ilusa tenía preparado.

Escenario: librería del centro de una gran ciudad. Enfatizo gran ciudad porque se le supone anonimato y disolución de la individualidad entre la masa que para encontrarme a conocidos, ¡me vuelvo a mi pequeña capital de provincias! Sección artes escénicas, música, cine y fotografía. Aunque mi visita estaba dirigida a la planta inferior siempre paro entre los estantes teatrales. Entro a la sala y paso al lado de alguien en quien no reparo, solo un par de detalles de su fisionomía que me dicen poco, percatando solamente que hay una presencia humana más en los ocho metros cuadrados que tiene la habitación. Yo a lo mío. Ojeo los libros y suena la melodía de un móvil exactamente igual a la de ex. Esa persona anónima empieza a hablar y su voz tampoco me da ninguna información relevante. Miro las zapatillas que lleva y entonces ato los cabos que mi mente ha sido incapaz de unir hasta identificar ese sonido familiar. ¡Ocho años viviendo juntos y lo único que reconozco es la melodía de su teléfono!¿Cómo puede ser que la persona con quien he compartido vida, cama, proyectos, piel, se convierta en un extraño? Una persona más que pasa a tu lado inadvertida. ¿Será de verdad necesario que se convierta en un perfecto desconocido para poder empezar de nuevo, cruzar ese puente imaginario y pasar al otro lado? ¿La dinámica del cambio tiene que pasar por la indiferencia y el olvido? Parece tan irreal, tantos momentos compartidos que se quedan en nada... ¿Dónde va toda la ilusión perdida? Es tan triste todo. 
 
Reaccioné en cuestión de segundos y mi instinto, mi primer impulso, fue salir huyendo de ahí. Desmontado toda mi compostura imaginaria escapé como una cobarde. Me refugié en la sección de narrativa francesa (que es lo que me llevó hasta ese punto sinérgico de encuentros involuntarios). Atacada como estaba, pero centrada en mi objetivo; yo había ido a por mi novela francesa y no me iba a marchar sin ella. Lo cierto es que estaba tan paralizada y aterrada que no sabía qué hacer. Además él no habla francés (por eso no me pudo susurrar el Ne me quittepas, recordad), así que me sentí a salvo agazapada entre Yourcenar, Houellebecq, Modiano y Némirovski. Consiguiendo todo el oxígeno que pude gracias a la respiración diafragmática de la que soy experta, leí los lomos de los libros en busca del que me interesaba. Y cuando levanto la cabeza (muy al modo de anuncio de champú, aquí las predicciones se cumplieron), veo que viene hacia mí, sin escapatoria posible.

Toda mi elocuencia idealizada en los muchos ratos de ensoñación desaparece para dejar paso a un bloqueo de tal calibre que no logro articular más que una palabra: “aquí”. Veo cómo se acerca y no termino de reconocer sus rasgos, un extraño que se me aproxima. Era como estar viendo una película: yo era una espectadora de lo que sucedía, no la involuntaria protagonista. Con una media sonrisa congelada en su cara me da dos besos. Yo solo consigo mover el cuello y poner las mejillas. Él pregunta qué tal y es ahí donde toda mi verborrea se desata. “Aquí”. Ya está. Esa fue toda la conversación adulta, serena, madura, calmada que pude mantener. Al cabo de varios incómodos segundos de silencio y de destellos vidriosos en mis ojos se despide con un: “mejor hablamos otro día”. Mejor, pienso. Así que muy digna, eso sí, me vuelvo al dependiente a encargar mi libro, que es a lo que yo he venido.  Lady Dramas


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 Capítulo III

ENTRANDO EN LOS SUEÑOS DE ALGUIEN


Texto: Lady Dramas - Imagen: Pola Maulen
Cuanto te separas (sí, ya soy un mujer adulta y puedo decir abiertamente que me he separado, y no que me han abandonado como a un perro viejo) tienes más tiempo libre. Es un hecho. No era consciente de la cantidad de tiempo que exige una pareja hasta que me encontré sola y vi cómo el día, de repente, se estiraba hasta lo infinito. Entre otras cosas porque como no puedo dormir mis jornadas empiezan a las siete de la mañana, momento en el que por primera vez abro los ojos y maldigo la hora que marca el despertador; y terminan a las tres y media de la madrugada cuando finalmente consigo cerrarlos. Para llegar a este punto ya he pasado por muchas fases; intentos de toda índole tratando que mi cerebro entre en fase alfa. 
 
Primero leo, en el sofá, para no asociar la cama con nada más que “el sexo… 
(crick, crick, crick…) o el sueño”, (¡psicólogo dixit!) Cuando ya parece que sí, que se me caen los párpados encima del libro, me encamino hacia la cama, pero esos pequeños pasos hasta el dormitorio consiguen espabilarme más que si corriese los cien metros lisos porque, para cuando llego, el corazón ya me late a unas doscientas pulsaciones. Intuyo que se avecina una larga noche. 
 
Una vez acostada mi primer recurso para intentar conciliar el sueño es la relajación; porque soy muy zen y psicólogo ("psicólogo? ah!?quién es! Dios! Atte. La editora de la página) me ha enseñado lo de la respiración diafragmática que relaja un montón y te hace dormir como los bebés. Así que permanezco un rato hiperventilando, llevando el aire al abdomen, contrayendo y relajando todos los grupos musculares…, y lo único que consigo es marearme y una pequeña crisis de tetania que por un rato me mantiene paralizada. Cuando consigo desentumecerme y viendo que esto no funciona pongo la radio y escucho todos los programas aburridos de la programación: información para el consumidor, programas de historia y, lo que suele ser mano de santo para mí: los programas deportivos. No hay nada que me aburra más que la clasificación de la liga de fútbol (lo bueno es que me da cantidad de conversación con los tíos). Pero además de enterarme de cuáles son mis derechos a la hora de devolver un aire acondicionado que no necesito; o cómo se descubrió la Dama de Elche, poco más consigo. Los brazos de Morfeo no me abrazan (ni los suyos ni los de ningún hombre mortal). Ni mi cabeza deja de pensar, ni mi corazón consigue parar el ritmo de galope que habitualmente lleva. En ese momento empiezo ponerme nerviosa (mucho) y reflexiono sobre si debería de tomarme algo o no (léase fármaco inductor del sueño). Pero como me resisto a llegar a ese punto, me levanto y me preparo una tila que, en el estado en el que me encuentro para entonces; dos de la mañana y agotándose ya todos los recursos a mi alcance, es como beberme el agua de cocer las acelgas, igual. Decido darle una oportunidad porque intento mantenerme alejada de los tranquilizantes; sé que no son buenos, que me puedo volver una adicta. Pero sobre todo porque mientras los siga tomando no podré beber una copa de vino tinto (o un par de botellas, veremos cómo llego a ese día) que es lo que más me apetece del mundo. Sin embargo, como son las dos y media, y mi cabeza sigue tan activa que podría resolver yo sola la conjetura de Poincarré, decido tomar un Trankimazin ®. Es entonces cuando me doy cuenta de lo poco valoradas que están las benzodiacepinas… ¡god bless el alprazolam! (y a mi madre pues se las robo a ella cuando voy a verla) Porque es tomar una pastilla a las tres y caer rendida con la mente totalmente en blanco, narcotizada, sin posibilidad alguna de soñar con nada de lo que, al despertar, pueda sentirme triste o decepcionada. 
 
Así, claro, el día se hace eterno y no sabes en qué ocupar tanta hora libre. Por eso he empezado a practicar meditación en un centro budista. Pero eso ya os lo cuento otro día que tengo mucho sueño. Lady Dramas.

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 Capítulo II
ESTRUCTURA DE COMPORTAMIENTOS 

INCORRECTOS

 
¡Un año y medio! ¿Por qué no me avisaste antes?


Así más o menos transcurrió la temida charla, el momento crítico en el que finalmente te dicen: “tenemos que hablar” y ves como toda tu vida, tal y como la conocías, desaparece. Ocho de la tarde de un día lluvioso de enero. Él me espera leyendo el periódico en la mesa de un bar, uno de tantos que frecuentábamos y al que a partir de ahora no podré volver. 

Abrazo (¡lo necesitaba tanto!) y beso… el último. Yo no lo sabía. Tantos momentos durante las semanas previas han sido los últimos sin saberlo: cine, concierto, teatro, restaurante. De todos me acuerdo y en ninguno fui consciente de que podía ser el último. ¿Hubiera actuado de manera diferente de haberlo sabido?

Él empieza la conversación a las bravas y sin rodeos, para no darme tiempo a hacerme ilusiones:

- No voy a volver contigo. No tengo ilusión por esta relación, me he desgastado y no quiero seguir. Creo que estoy mejor solo. Me he dado cuenta que somos muy amigos, pero no tenemos una relación como pareja. Podría seguir años así porque me caes de puta madre y me lo paso muy bien contigo, pero sería mentirme a mí mismo y mentirte a ti. Llevo ya un año y medio mal y no puedo seguir más así. 

Mi cara de póker se descompone de inmediato.

- ¡Un año y medio! ¿Por qué no me avisaste antes? Yo te decía que había cosas que no era normales que creía que había que cambiar. Y tú me decías que no me preocupara que no había nada de lo qué preocuparse, todo estaba bien. Echabas balones fuera y no quisiste afrontar lo que pasaba ¿Qué ha cambiado en estos diez días para que rompas conmigo por eso por lo que tú no veías un problema hasta ahora?

- Es que estos días he estado pensando, y hablando con una psicóloga, me ha hecho ver que lo que tenemos es una buena amistad y no una relación de pareja. Te he echado de menos, pero estaba bien solo. No tengo ilusión por esta relación y las cosas ya no son fáciles contigo, así que creo que lo mejor es que lo dejemos. 

En este momento, además de pensar en quién es la psicóloga de los coj… y meterle una cabeza de caballo sangrante en su cama la noche menos pensada, mi actitud se torna en “Lady Dramas” elevada a su máxima expresión, por lo que voy poco a poco perdiendo los papeles. Le agarro la mano, lloro como si no lo hubiera hecho antes, empieza la súplica elevando el tono de voz y el descenso a los infiernos. Todo inútil. Lo tenía tan claro… Nunca había visto tanta determinación en su mirada. 

- Pero podemos solucionar los problemas, podemos luchar juntos, yo te quiero. Podemos hacer terapia, superarlo… Nos divertimos, tenemos una gran complicidad, tantas cosas en común, un proyecto de futuro juntos, ocho años de relación por los que vale la pena intentarlo. Íbamos a tener hijos, ¿te acuerdas? Somos tú y yo. Si no estamos juntos ya no seremos más los dos. No puedes desaparecer, te necesito, que voy a hacer sin ti, no quiero que desaparezcas…

Y este hubiera sido un buen momento para que en el bar sonara, desgarrador, el Ne me quitte pas de Jacques Brel (ver abajo el video subtitulado), con su letra mucho más digna que mis súplicas estériles: “ne me quitte pas, il faut tout oublier, tout peut s’oublier, qui s'enfuit déjà. Oublier le temps des malentendus et le temps perdu….” ¡Hubiera sido tan épico! Ya lo estoy viendo; él oiría la canción (entendiendo de repente el francés), y me rodearía con sus brazos diciéndome al oído (porque también habría aprendido a hablarlo): “Moi je t'offrirai, des perles de pluie venues de pays où il ne pleut pas”. Y todo habría sido diferente. Sin embargo la vida es mucho más prosaica y sus guiones son peores, porque en el momento de despedirse y abrazarme, (por última vez, y de ésta sí que fui consciente), miró a un lado y a otro avergonzado, asegurándose de que nadie miraba mi escena. Una pena que la vida no se parezca un poquito a una buena película francesa. En ella también me dejarían y habría mucho drama, pero al menos lo harían en francés, que es infinitamente más sexy. Lady Dramas


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 Capítulo I


PRINCIPIO  Y DISCORDANCIA
por Lady Drama

 
Foto: Angeles Collados Smith
"Que las cosas ya no eran fáciles conmigo. Que no veía futuro en esta relación y lo mejor de todo… que ya no me deseaba y, claro, no me iba engañar con otra, antes era mejor dejarlo... ¡más majo!"
 

 "...su coartada falla cuando, unos días antes del crimen, él buscaba nombres para los hijos que íbamos a tener, pero desde hace meses no me tocaba ni con un palo".


Ilustración: Paola Maulén.
El principio y la discordancia son dos conceptos utilizados en criminología para llegar al fondo de una investigación; uno proporciona información sobre el origen de la motivación asesina, y el otro, la clave por donde empieza a fallar la coartada del criminal. Me viene bien la comparación en este contexto porque recientemente me he separado. Bueno, esta es la manera adulta y serena de decirlo, seguro que alguien más sabio que yo será capaz de expresarlo en estos términos. Yo, que gusto del drama y, sobre todo de la tragedia (por algo tengo una vocación, tan intensa como frustrada de actriz), prefiero decir que he sufrido un homicidio en grado de tentativa. En las cocheras y con el puñal. No fue una puñalada certera, no, porque estuve desangrándome poco a poco durante diez días. Los días que tuvo que separarse de mí para echarme de menos, tener espacio para pensar, darse un tiempo para tomar distancia, ver qué espera de la vida… Toda esa mierda que te dicen para ganar tiempo, cuando en realidad lo tienen clarísimo. Estas heridas dañaron órganos vitales: el hígado iba perdiendo bilis porque toda se me acumuló en la garganta, me fui deshidratando de tantas lágrimas que chorreaban en los momentos más inoportunos, y el cerebro empezó a atrofiarse de tanto pensar en cómo solucionar las cosas; en cómo arreglarlo, en morderme las ganas de no llamar para respetar su espacio.  El corazón también sufrió; fibriló el día en que al volver a casa los cajones estaban vacíos y en su armario se oía el eco del abismo que se me presentaba. No contento con esto me regaló la puntilla. Entonces ya quedaba poca sangre después de diez días perdiendo vida por minutos. El remate vino cuando dijo que no pensaba volver. Que no tenía ilusión. Que estaba mejor solo. Que las cosas ya no eran fáciles conmigo. Que no veía futuro en esta relación y lo mejor de todo…que ya no me deseaba y, claro, no me iba engañar con otra, antes era mejor dejarlo... ¡más majo!


Desde entonces mi fantasma va buscando el principio de todo.  ¿En qué momento se dio cuenta de lo que iba a hacer? ¿Lo meditó durante mucho tiempo? ¿Se buscó una coartada para convencerme de que era lo mejor para los dos? ¿Tiene algún cómplice o inductora o autora intelectual (o sexual)? ¿Seré yo también culpable de mi propia muerte? ¿Quizás le incité? No, ahora tengo claro que no. Porque no llegué a morir. Fue un intento, pero no es fácil terminar conmigo. Tengo un caparazón más fuerte de lo que imaginaba. Sobreviví a sus puñaladas a base de cabezonería (por algo soy del norte); gracias a horas en el gimnasio sudando la pena, pintando las paredes de colores, automedicándome con ansiolíticos (¡god bless las benzodiacepinas!), dejándome querer y queriéndome mucho. Me ayudaron mujeres que corren con lobos y hombres que cuelgan cuadros y manejan taladros (sin connotaciones sexuales, ¡mal pensadas!). Me busqué salidas de emergencia y éstas me salvaron.

La discordancia la tengo clara; su coartada falla cuando, unos días antes del crimen, él buscaba nombres para los hijos que íbamos a tener, pero desde hace meses no me tocaba ni con un palo. Ni de lejos se acercaba y si lo hacía era con la mano en la nariz, con la misma cara que Mafalda delante de un plato de sopa. Ahí debería de haber sospechado algo, ¿no? Y yo que me considero una persona intuitiva…
Lady Dramas

14 comentarios:

  1. :( :( :( animo para ti!!!!!

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  2. Desde entonces mi fantasma va buscando el principio de todo......

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  3. Quién no lo ha vivido? Pero quién lo escribe así? Has hecho la diferencia!

    Me encantó!! Lo leí varias veces y algunos momentos parecieron míos!! Bella mezcla de inteligencia y drama!! Espero más letras tuyas!!

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  4. En las relaciones, como todo en la vida, hay que tener clase. Unos la tienen y otros no. ¡Pobrecitos estos últimos!
    ¡Arriba Lady Drama!

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  5. Buena dramaturgia, Lady Drama! Si nota que has visto muchas series yonkies. Adelante! Te quiero!

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  6. buena lectora, se nota

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  7. ¿Y la supuesta psicóloga no le dijo nada de su falta de madurez?
    Somos mujeres luchadoras, creativas y creadoras, valientes, sensibles, aventureras, soñadoras...Pero no somos niñeras de adultos que no quieren crecer.
    ¡Arriba esa lady!

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  8. Jo, qué lindo... lady dramas

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  9. ¡Lady bella!

    Pues qué bien permitirte llorar mirando a la luna, escribiendo tu relato, hablando con el psicólogo... ¿Por qué hay que reír cuando no se tienen ganas? Las lágrimas son tan liberadoras como las risas y tan necesarias como ellas.
    ¡Estás dando pasos de gigante, no te dé miedo derramar una lagrimita cuando lo necesitas! Lo estás haciendo fenomenal y te admiro (entre otras cosas) por tu fortaleza. ¡Y por lo bien que escribes!

    Un beso enorme

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  10. lady, vete de casa si quieres pero no de aquí. Me gustan tus historias. A mi me pasó lo mismo......

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  11. ♥♥♥♥♥♥♥♥♥

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