Las mujeres y el complejo de Penélope
"Al final vemos que al esperar nos
negamos posibilidades, mundos, construir historias, asegurando con
fuerza que cada historia nos enriquece con altos y bajos, con alegrías y
penas. ¡Todo es aprendizaje!" por Paulina Ruz Pérez, CHILE.
"Penélope
es la esposa del rey de Ítaca, Odiseo. Ella
espera durante veinte años el regreso de su marido de la Guerra de
Troya. Por esta razón se le considera un símbolo de la fidelidad
conyugal hasta el día de hoy. Mientras su esposo está
fuera, Penélope es pretendida por múltiples hombres. Para mantener su
castidad, ésta idea un gran plan. Les dice
a los pretendientes que aceptará la desaparición de Odiseo, con la
consecuente promesa de un nuevo enlace, cuando termine de tejer un
sudario... Para mantener el mayor tiempo posible su
elaboración, procura deshacer por la noche lo que creó durante el día.
De esta forma soporta los veinte años. Justo cuando Odiseo llega a
casa, Penélope termina la labor. Odiseo mata a los pretendientes y
permanece con ella."
Al
parecer el ser mujer viene sumado al "esperar" e idealizar nuestro
mundo. Constantemente soy consciente de como este acto de esperar lleva a
una ilusión desmedida y muchas veces fuera de todo análisis racional,
obligando a bloquear pensamientos lógicos y dando espacio a esa ilusión
de que en "algún momento" "¡en algún segundo todo cambiará!", el problema
es que en esta espera podemos pasar una vida entera.
A mis
31 años, soy una convencida de lo malo de esta práctica que esta
adherida a nuestra naturaleza, donde la veo y experimento todos los
días.
Penélope representa a un alto porcentaje de mujeres
que conozco y con la que claramente me represento; todas anhelamos que
la espera acabe y se vuelva realidad todo aquello que en nuestra mente
dice que debe ser.
El "deber ser" también es otra frase
incrustada en nuestro ADN que nos obliga a comportarnos de una u otra
manera porque esta sociedad ha establecido ciertos patrones culturales,
sociales y biológicos que "deben" realizarse y cumplirse y aún peor
siendo "yo", tú o ella quien los ejecute. La libertad se ve
mermada con estas prácticas; nos vemos tejiendo y desarmando el tejido
en espera de Odiseo, negándonos a la posibilidad de experimentar y
construir nuevas historias. La mente se encarga de crear el discurso
perfecto para argumentar el porqué de éste acto, lo que hace mas difícil
soltar los palillos y comenzar a vivir sin esperar nada a cambio.
Pero
si está claro el diagnóstico, comprendiendo lo dañino que es vivir en
este estado de letargo consiente ¿Cómo hacemos para cambiar el chip
que traemos incorporado? ¿Cómo se modifica el comportamiento? Es aún
difícil dar la fórmula perfecta dado que está incrustado en el medio
ambiente. Las conversaciones de amigas se transforman en un libro de
espera y reclamos porque estas no se cumplen, todas esperan, todas
esperamos... esperamos: un mejor trabajo, encontrar al príncipe azul,
que las personas que queremos cambien su comportamiento, que el medio
sea más solidario, que la economía mejore, que los jefes reconozcan lo
importante que somos, que nuestros amigos nos comprendan de la forma
adecuada, que nos agradezcan todo lo que hacemos, en fin... somos
máquinas de espera y entre nosotras nos cegamos más, y entendemos que
estos deseos se realizaran, animamos a que esta espera continúe y peor
aún nos sentimos parte de este proceso, es decir, nos sentimos
acompañadas viéndolo como algo natural y normal, dado que "no solo a mi
me pasa", "no soy la única que piensa que esperar está bien", por ende
entre mujeres potenciamos este comportamiento que no es adecuado para
poder desapegarnos y hacernos cargo de lo que realmente queremos.
Comenzar
un cambio parte cuando reconocemos que Penélope no representa un ideal
a seguir, que las historias de los libros y las películas no
representan a la realidad, que tras ellas hay un creador que busca
hacerlas "ideal" con finales felices, ¿Quién asegura que Odiseo mantuvo
el mismo voto que Penélope durante 20 años? ¿Cómo podemos saber si uno
de los pretendientes que buscaba a Penélope con fuerza no hubiese sido
un buen compañero para esos años'? Al final vemos que al esperar nos
negamos posibilidades, mundos, construir historias... asegurando con
fuerza que cada historia nos enriquece con altos y bajos, con alegrías y
penas ¡Todo es aprendizaje!
Siento que hacernos cargo
de nuestras vidas incluye el desapego, el soltar esta espera que solo
nos mantendrá en un estado ilusorio. Las mujeres de, pese a todos los
movimientos en pro de nuestros derechos civiles, sexuales, y otros,
hemos olvidado apoyarnos en pro del desapego que, creo, es el más
pesado de nuestros Karmas y que una vez que las mujeres dejemos de
esperar, dejemos de perder nuestras energías en estos rollos mentales y
comencemos a construir nuestras historias sin apegos, nuestras vidas
serán mejores, más tranquilas, más felices, que, al final, es lo que todos
anhelamos en esta vida.
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Palacete central
Por Angeles Collados Smith
"Una más de mis locuras, afirma la autora".
El
espejo del ropero del palacete central escucha atento los
descubrimientos escondidos de sus habitantes, ellos sin saber le
cantan verdades de otras latitudes… después de pasar muchos días
frente a él, se dan cuenta que ha desdibujado cada sonido e imagen
de su relato transoceánico.
Confundidos
se refugian en los laberintos de sus cuartos. Al entrar en ellos son
sorprendidos por los arrítmicos movimiento de una alocada bailarina,
quien juega con la incertidumbre de sus pensamientos errantes.
Al
mirar a través de las ventanas de aquellos cuartos se encuentran con
un silencio ruidoso de dudas, el cual contiene las respuestas
extraviadas del país que dejaron. El ruido, a diferencia de antes de
la partida, posee neblinas sin nuevos sonidos y su alimento está
dominado por la necedad mal ejercida.
Sus
habitantes deciden cerrar las ventanas del aquel lugar he iniciar un
nuevo viaje, que a diferencia del anterior, no posee ni meridianos ni
paralelos, no está en ningún mapa, y no existe ninguna información
sobre qué van a necesitar para poder ser parte de él. Lo único que
llevan consigo es el espejo del ropero, medida preventiva contra el
desdibujo y los poemas de su anti- bitácora desmemoriada, medida
preventiva contra el olvido.
Desde
la ventana cerrada del cuarto el
silencio logra entrar, pero no su ruido; el reflejo del sol de otoño
les muestra su piel que está quebrajada, seca y con total perdida de
savia. Ven grietas en todo su cuerpo y cada grieta contiene una
palabra definida en sí misma, que es conocida por ellos y se
encuentra escrita en su anti – bitácora.
Al
desempolvar las grietas se empiezan a caer las palabras, las que son
absorbidas por la memoria de seres ajenos y lejanos, a quienes
siempre han pertenecido. Desde ese momento comienza una
sincronización entre el reflejo de ellos y el dibujo que les muestra
el espejo del ropero.
Ilustración: Pola Maulén |
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Extractos de la obra La Carne (eres tú), dirigida por Maite Colodrón y Lara Gil.
"Me gustan las nuevas costumbres de los supermercados: me consta que sus
razones son economicas y que no tienen nada que ver con una presunta
conciencia ecologica. [...] El inconveniente reside en que no siempre
llevamos una bolsa de la compra encima y en cambio cualquier momento es
bueno para comprar: domingo, Carrefour, un pollo entero. Digo: "no, no
quiero bolsa!". Directo al bolso, sin estancias intermedias, allí se fue
mi pollo".
"No, no, no yo estoy bien.
Estoy muy bien... Entiendo que tengo que trabajar mas de lo que me imaginaba... pero estoy
bien, esto no puede conmigo. Os lo juro estoy bien. Es solo que estoy
en un punto de mi vida en el que no sé muy bien que hacer conmigo misma.
Solo es eso: estoy poco hecha"
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Nuestra colaboradora Javiera Cubillos Almendra comparte con nosotros este interesante texto titulado "Nos han enseñado".Las fotografías pertenecen a nuestro amigo Marinus "Sekkha"
Nos han enseñado
Nos
han enseñado a reprimir el libre movimiento de nuestros cuerpos y
sus manifestaciones.
Nos han enseñado a desdeñar nuestros aspectos y rasgos más
íntimos, nuestros placeres más propios, nuestros goces más
infinitos.
Nos han enseñado a aborrecer todas aquellas curvas y
características que se escapan a los preceptos estéticos definidos
para cuerpos deseables.
Nos han enseñado a odiar el color de nuestra piel, cuando la naturaleza guarda una plétora de colores. Incluso el más puro blanco habla de la presencia de todos ellos.
Nos han enseñado a hablar en voz baja… nos han enseñado a
callar.
Nos han enseñado a abandonar las calles, pues ahí no somos
bienvenidxs.
Nos han enseñado a vivir en silencio los vejámenes que sufrimos.
Nos han relegado al silencio, a la aceptación, a la sumisión y
al más improductivo aislamiento.
Nos han enseñado a amar, desear y necesitar a una persona del
sexo “opuesto” (bueno, por algo se ha definido como “opuesto”).
Nos han enseñado a necesitar tener hijxs.
Nos han enseñado a tener una carrera, a acceder a un trabajo bien
remunerado y de buen “estatus social”.
Nos han enseñado a competir.
Nos han enseñado a querer tener un automóvil, una casa, un
smartphone, un Mac, vacaciones en el Caribe o en Europa…
Nos han enseñado a necesitar, a querer tener… a envidiar.
Nos han enseñado a temerle a la tierra y al trabajarla con
nuestras propias manos.
Nos han enseñado a alejarnos de la tierra, a tener nuestras manos
“limpias”.
Nos han enseñado que el “trabajo dignifica”, independiente de
qué trabajo, en qué condiciones, y qué tan feliz eres con ello.
Nos han enseñado a escuchar y obedecer y no a dialogar y
construir conjuntamente.
Nos han enseñado a temer, a desconfiar… a odiar.
Nos han enseñado a odiar y a odiarnos… a romper nuestras redes
de solidaridad.
Nos han enseñado a replegarnos a lo “privado”, porque es un
sitio más seguro y es el que verdaderamente nos pertenece.
Nos han enseñado que nada bueno puede salir de algo que no esté
mediado por la “razón”.
Nos han enseñado que no somos dignxs e incompletxs.
Nos han enseñado que merecemos caridad, disfrazada de
"solidaridad", por lo tanto que nuestra voz no tiene
validez. Que el diálogo está reservado a hombres dotados de razón,
por lo que para nosotrxs se justifica la imposición y el uso
indiscriminado de la violencia. Pues sí señorxs, la violencia sí
es un código válido como forma de negociación… pues habitamos
esa amplia zona de “no-ser”.
Nos han enseñado a seguir a un dios que a la vez es castigador y
benevolente.
Nos han enseñado a seguir sus mandamientos y preceptos morales.
Nos han enseñado incluso a odiarnos y reprimirnos si es que
nuestra voluntad camina en otra dirección.
Nos han enseñado a desestimar nuestros saberes tachándolos de
inválidos… silenciándolos y satanizándolos, por no cumplir las
condiciones necesarias para ser asumidos como “verdad”.
Nos han enseñado a desmerecer nuestra lengua para que adoptemos
otra.
Nos han enseñado a pensar que su sistema de organización social
y sus instituciones son los únicos válidos y nos han interpelado a
adoptarlos.
Nos han enseñado que la justicia social se reduce a planteamientos abstractos, donde sólo una pequeña elite puede opinar.
Nos han enseñado lo bueno que es desplazarse al “Norte”
(simbólica, ideológica, política y físicamente) para acceder a
“una vida mejor”, cuando esa vida sólo nos aleja más de
nosotrxs mismxs.
Nos han enseñado a odiar todo aquello que no encaja en sus
limitadas concepciones de mundo.
Nos han enseñado a aspirar y caminar hacia un horizonte que no es
el nuestro, a hablar su lengua, a reconocer sus saberes, a vestir su
ropa, a movernos como ellxs, a tener una familia, a ser productivxs…
a ser sumisxs y a miles de otras cosas que ni siquiera podemos saber
si efectivamente las queríamos.
No sólo han invadido nuestras tierras, nuestros cuerpos y
expoliado nuestros recursos. La huella más imperecedera habla de una
colonización de las consciencias, una colonización que nosotrxs
mismxs nos hemos encargado de mantener. Es doloroso ese “darse
cuenta”, pero más triste es no verlo nunca.
¡Muchas gracias a los dos!
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Fragmento de la obra escrita por la actriz y colaboradora de nuestro
blog Maite Colodrón Bestuer.
blog Maite Colodrón Bestuer.
Obra: La carne (eres tú)
Maite Colodrón
© Las Mujeres sin rostro |
ESCENA 10: MONOLOGO DEL FILETE
He quitado el espejo del baño y en su lugar he colgado
un gran filete de aguja de cerdo. He ido a la carnicera y le he
pedido un gran filete de aguja de cerdo. Uno solo. Groso. Dos
centímetros (hace las medidas con las manos). Y ya no me miro al
espejo. Me miro al filete por las mañanas. Lo tengo bien húmedo
para que no se me pudra. Me miro al filete. Por la mañana y por la
noche. Me veo mis ojos en dos ventriculitos que tiene arriba y mi
nariz en un tendón blanquecino que lo cruza. Yo tengo un poco
torcida la nariz así que es perfecto ese filete. Y los ventrículos
están muy juntitos, así, como mis ojos, que están juntos. Tengo la
piel roja, sangrante, con unas ligeras grietas en diagonal. Si me
acerco a mi nuevo espejo-filete descubro infinitas cosas. Como una
geografía: (movimiento de cabeza típico de quien se observa en el
espejo) células como montañas, rombitos de grietas, sudor.
(Mirándose al espejo)Ese filete que veo cuando me miro al espejo
¿Soy yo? Sí, soy yo ¡Qué placer! soy yo. Y con esta imagen salgo
feliz a la calle. A mi curro.
En el metro la gente me mira
desafiante. Los niños sobretodo. Algunos preguntan a sus madres
-¿Mamá, qué le pasa a esa chica?-. Y a las madres les da mucho
apuro. Pero a mi no. Es normal despertar curiosidad y que muchos se
entretengan en mi filete, es entretenido, sí, no puedo privar a los
demás de mi hermoso filete. ¿Y acaso yo no puedo mirarlos a ellos?
¡Gracias Maite!
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Que guay!!!!!
ResponderEliminarMe encanta, gracias por ser como eres, por imaginarte sin límites y siempre en continuo cambio y aprendizaje. Compañera de carrera un abrazo.
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