Bailarina Lucía Muñoz |
Para
danzar tienes que estar presente. La maga nos invita a no rellenar
espacio ni tiempo. Lo que eres en ese momento es lo que danzas. Con
lo que tienes te compartes. El velo a pesar de su ligereza y
pomposidad puede resultar impertinente a veces, cuando se pega al
cuerpo o te hace tropezar. Y entonces se convierte en un espejo. Él
se deja tirar, recoger, alborotar, oler y abrazar. Se deja habitar,
sentir. No te habla, sólo está ahí y te devuelve lo que llevas
dentro.
También
es maravilloso, su oleaje puede transportarte a lugares celestiales,
su sonido, su olor, su tacto...
Puedes
cubrirte con el velo, dibujar un lago con él y meter los pies
dentro. Simular que es una bola gigante o una corriente de agua.
Entonces tú también te conviertes en agua y te sientes fluir.
Invitas
a alguien a entrar contigo al velo y ahí, siendo dos, recibes el
regalo de tu compañera.
Ella
te muestra su historia que habla de encuentros y despedidas. De
reconocimiento, de algo que pesa y desea dejar atrás. Quiero
dedicarle toda mi atención, aunque por momentos me apetece mirar la
historia de al lado, me atrapa su sensibilidad, su fuerza. Su
delicadeza.
Ella
es una maga que genera espacios de amor donde poder contactar con
nuestra propia belleza y la belleza de las demás. Es un regalo
exquisito el que nos hace.
Muchísimas
gracias por compartir con Las Mujeres sin Rostro. A Natalia
Navarro y a su maestra, nuestra amiga Lucía
Muñoz
guaaaaaaaaaaau es verdad...
ResponderEliminarGracias a ti Pola Maulén por dar cobijo a la expresión del corazón.
ResponderEliminarUn abrazo
Natalia
www.laquecuidadelavida.blogspot.com.es